UNA MÚSICA DE BELLEZA RADICAL

El concierto protagonizado hoy por el Coro de la Radio de Letonia, dirigido con maestría por Sigvards Klava, que ha interpretado los responsorios para el Oficio de Tinieblas de Semana Santa compuestos por el barcelonés Bernat Vivancos, Responsoria Hebdomadae Sanctae, pasa desde este momento a formar parte con letras de oro de la historia del Festival Perelada, en este caso de la Edición de Pascua del ciclo. Resonará durante mucho tiempo en la mente de los presentes el último responsorio, Sepulto Domino, interpretado con toda la potencia de un instrumento que ha rozado la perfección como es el coro letón. Tras sellar el sepulcro de Cristo y colocar a los soldados, a medianoche en punto en Peralada, se ha hecho una oscuridad total en el ábside de la iglesia del Carme y los últimos compases que lamentan la muerte de Jesús han sido interpretados a oscuras por el coro, a la luz de una sola vela y, antes de extinguir su llama, ha sonado un tañido de campana que ha quedado suspendido en una densa atmosfera emocional. Silencio absoluto, emotivo. Al público le ha costado recomponerse antes de aplaudir con entusiasmo a la formación letona y al compositor catalán, visiblemente emocionado.
Vivancos, que ha debutado en Peralada, ha explicado siempre que ha tenido la oportunidad que, con 11 años, en su primer año en la Escolanía de Montserrat, el director de la formación durante 45 años, el padre Ireneu Segarra, lo incluyó en el grupo que grabó las Lecciones de Tinieblas de Tomás Luis de Victoria, Officium Hebdomadae Sanctae, conocido desde la realización de un documental sobre su figura como “El compositor de Dios”. Aquella experiencia vital, que lo transformó siendo aún un niño, es la génesis de lo que se ha vivido hoy en la iglesia del Carme: una verdadera catarsis espiritual provocada por una música bella, esencial, luminosa, verdadera y genuina, interpretada con una perfección y refinamiento estremecedores.
Una obra cocinada a fuego lento
Seducido por los responsorios de Victoria, Vivancos ha estado cocinando a fuego lento sus Lecciones de Tinieblas —tardó 6 años en completar la obra—, respetando de manera rigurosa el texto original de Victoria y emulando al maestro de capilla del Renacimiento español, es decir, teniendo en cuenta la relación de la composición musical con el texto sagrado. Esta conexión, que fue lo que sedujo a Vivancos, la ha trasladado a su obra: un conjunto de 9 responsorios musicalmente esenciales, aparentemente sencillos sobre la partitura, pero de una interpretación compleja y difícil, solo al alcance de formaciones como la letona, que es una referencia mundial en el ámbito de la música polifónica y que ayer lo demostró con creces, ofreciendo una interpretación excepcional.
Una de las obsesiones del compositor catalán es que la pieza transmita “verdad”, por eso consideró que debía ir en busca de lo esencial al abordar la composición de las lecciones, poniendo más atención en la espiritualidad que en la adscripción religiosa de la obra. Esta búsqueda de la esencia de los responsorios ha llevado a Vivancos a construir una obra para seis voces —dos sopranos, alto, tenor, barítono y bajo— y la única irrupción de un instrumento: tres toques de campana al inicio de cada uno de los tres nocturnos y uno al final: Jueves Santo (Feria Quinta in Coena Domini), Viernes Santo (Feria Sexta in Parasceve) y Sábado Santo (Sabbatum Sacrum). Cada nocturno cuenta con un preludio en forma de canto gregoriano que cuatro miembros del coro han interpretado desde el fondo del ábside: Ubi caritas para Jueves Santo, Crux fidelis para Viernes Santo y Attendite Domine para Sábado Santo. Esto añadía texturas a la pieza, así como el cambio en la disposición del coro en el segundo responsorio del tercer nocturno, Aestimatus sum, donde varios intérpretes también cantaron desde el fondo del ábside.
El foco puesto en la dimensión espiritual
Conociendo las intenciones del compositor, se entiende la calidad etérea y la dimensión espiritual de lo que se ha vivido hoy en la iglesia del Carme. El público ha podido seguir el concierto con el texto en sus versiones en latín y catalán, incluido en el programa de mano a petición del propio Vivancos, quien consideró que la experiencia debía ser cercana a la operística, en cuanto a la comprensión de lo que ocurre en escena, en este caso en el ábside de la iglesia.
El Coro de la Radio de Letonia, que Sigvards Klava dirige desde 1992, ha hecho gala de una sonoridad cristalina, homogénea y extremadamente precisa, pero a la vez cálida y expresiva. Su capacidad técnica les permite afrontar repertorios extremadamente complejos, desde polifonía renacentista hasta las texturas más sutiles y atmosféricas de la música del siglo XXI, como son las Lecciones de Tinieblas que hoy han tenido su estreno absoluto. Ha habido momentos verdaderamente estremecedores, como el segundo y tercer responsorios del primer nocturno —Judas mercator pessimus y Una hora—, que narran la horrorosa traición de Judas Iscariote y el consiguiente lamento de Cristo por la traición, pero también por la cobardía de sus discípulos. Más tarde, a medianoche, las cortinas del templo podrían haberse rasgado de arriba abajo, porque el público salió tan impresionado como si hubiera ocurrido. Una velada memorable.
El festival ha reafirmado con este estreno su intención de convertirse en motor de creación contemporánea, favoreciendo que los creadores de nuestro país tengan su espacio y su escaparate. Esta tendencia, que ya se ha iniciado desde hace algunos años en la Edición de Verano del festival, tiene su continuidad en la de Pascua. Este año ha sido Vivancos, que ha tomado el relevo del compositor reusense Joan Magrané, quien en la edición del año pasado protagonizó otro brillante capítulo de la historia del festival con el estreno absoluto de sus propios responsorios, Tenebrae Responsoria (Feria Sexta in Parasceve), para dos voces, una pequeña orquesta dirigida por Francesc Prat (GIO Symphonia) y un violonchelo, en este caso Pau Codina, que estuvo sublime.