JOYCE DiDONATO DEBUTA EN PERELADA

El debut en el Festival Perelada de la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato, acompañada al piano por Craig Terry, ha supuesto hoy la apertura de la sinfonía en doce movimientos en que se estructura la edición de verano de este año del ciclo ampurdanés. La actuación de DiDonato, primer movimiento de esta sinfonía dedicada a los jardines como lugares habitados por un espíritu, ha sido un despliegue de colores vocales, inteligencia interpretativa y una complicidad con el público que solo una artista de su talla es capaz de generar. Nada más salir a escena, la cantante se ha ganado al público gracias a su proverbial simpatía. Bajo las bóvedas góticas, la cálida acústica del espacio se ha convertido en el aliado perfecto para un recital que ha recorrido más de dos siglos de música vocal, desde el refinamiento impresionista de Debussy hasta el dramatismo sensual de Bizet.
Joyce DiDonato no es una desconocida en los escenarios de mayor prestigio internacional y con su debut en Peralada, el festival salda una deuda consigo mismo y con su público. El programa previsto para este recital ha resultado ser toda una declaración de principios: curiosidad por repertorios diversos, compromiso con obras menos frecuentes y la capacidad de transitar con naturalidad de una estética a otra sin perder ni un ápice de verdad expresiva. El concierto se inició con las Trois chansons de Bilitis de Claude Debussy, tres exquisitas miniaturas que requieren un canto casi flotante, una voz capaz de fundirse con la sutileza de la línea pianística. DiDonato, fiel a su fama de gran colorista, ha sabido matizar cada frase con una dicción francesa cristalina y una musicalidad que convertía los versos ligeros e insinuantes de Pierre Louÿs en evocaciones vaporosas, casi palpables.
Sin solución de continuidad, la mezzosoprano capaz de dejar huella en el Met, Viena o Londres, ha dado un salto de pocas décadas y muchos mundos interiores para sumergirse en los cinco lieder de Alma Mahler, de una intensidad emocional mayor que las piezas de Debussy. En la interpretación de los dos primeros lieder, como Hymne y Ekstase, la “voz de veinticuatro quilates de oro”, como la bautizó The Times, demostró ser digna de tal elogio. El sutil dramatismo de los poemas, firmados por gigantes como Rilke o Heine, encontró en DiDonato una intérprete capaz de habitarlos sin caer en el exceso, dejando aflorar la tensión armónica que Alma Mahler supo inyectar en estas páginas tan poco habituales en los escenarios.
Con la cantata Arianna auf Naxos de Joseph Haydn, que ha cerrado la primera parte del recital, la velada ha entrado en un terreno en el que DiDonato brilla: el drama mitológico, la narración operística concentrada. Si algo ha definido su carrera es una capacidad expresiva más propia del teatro que de la lírica. El mito de Ariadna, abandonada por Teseo, ha cobrado vida en la voz de una intérprete que ha dibujado con la intensidad de su fraseo el trayecto emocional de la princesa cretense: del deseo a la desesperación, del sueño al abismo. Su capacidad para dar relieve dramático a los recitativos ha convertido este Haydn, a menudo menospreciado como “fácil”, en una auténtica escena operística en miniatura. En esta primera parte del recital, tanto los textos como la música tenían conexiones, a veces claras y evidentes, con los jardines como lugar físico, pero también con los paisajes o jardines interiores de sus creadores, siguiendo así el hilo conductor del festival de este año.
La segunda parte ha sido un festival de joyas del repertorio operístico. L’Ombra mai fu de Händel ha sonado como lo que es: un canto de amor sereno a la naturaleza, sin afectación alguna. A continuación, la cabaletta Di tanti palpiti de Rossini ha permitido a DiDonato mostrar su dominio del bel canto: agilidad, ornamentación precisa y una alegría interna que atravesaba cada nota. En este punto, la mezzo introdujo un cambio en el programa, interpretando el aria Cruda sorte, de la ópera L’italiana in Algeri, también de Rossini, en la que combinó fuerza dramática e ironía, resaltando el humor sutil del autor. Actúa cada frase, mostrando a Isabella como una mujer astuta y poderosa. La interpretación de esta pieza de Rossini sustituyó al aria Deh, per questo instante solo (La clemenza di Tito), de Mozart. Para cerrar el recital, la Habanera de Bizet. Un fragmento tan archiconocido puede convertirse en un cliché, pero DiDonato sabe esquivar este peligro. Carmen, en sus manos —y su voz—, ha sido menos una femme fatale de postal y más un espíritu libre, travieso, casi juguetón. La sensualidad no ha sido forzada, sino orgánica, nacida de la música misma y de una complicidad con el público que, a estas alturas del concierto, ya era total. Cada frase, cada movimiento sugerido con los ojos, ha sido seguido con atención y admiración por un público que ha llenado la iglesia. El respetable ha recompensado a DiDonato con entusiastas aplausos, obligándola a salir varias veces a saludar.
La cantante estadounidense ha agradecido los cálidos aplausos con un par de bises: el tango Pájaros perdidos, de Astor Piazzolla, en un castellano excelente, y la canción I love a piano, de Irving Berlin, perteneciente a la revista musical de Broadway Stop! Look! Listen!, pero popularizada sobre todo a partir de su inclusión en la banda sonora de la película Easter Parade, en la que la interpretaba Judy Garland. DiDonato se permitió entonces desplegar claramente una magnífica vis cómica que ya había asomado en algún momento anterior del recital.
Homenaje en memoria del Miguel Suqué Mateu
Antes de comenzar el recital, Borja Suqué Camín, en nombre de la familia promotora del festival, se dirigió brevemente al público para tener un emotivo recuerdo hacia su tío, Miguel Suqué Mateu, fallecido de manera inesperada el pasado mes de junio. Miguel Suqué, a cuya memoria se dedicó la velada de hoy, pero también toda la edición del festival de este año, tal y como lo ha definido su sobrino, era “un pilar familiar, una persona alegre, con mucho carisma, que encarnaba todos los valores que son inherentes a este festival.”