ORÍGEN: MESTIZAJE EN DANZA

ORÍGEN: MESTIZAJE EN DANZA

El Mirador del Castillo de Peralada ha acogido hoy el estreno en nuestro país del sensacional espectáculo Origen. La semilla de los tiempos, una magnífica fusión de música barroca y flamenco a través de la danza, que vivió su estreno absoluto en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, el pasado mes de mayo. Esta coproducción del Ballet Flamenco de Andalucía y la Accademia del Piacere, con la dirección coreográfica de Patricia Guerrero y la dirección musical de Fahmi Alqhai, se articula en siete actos y quiere ser un viaje desde la Sevilla del Siglo de Oro hasta el flamenco contemporáneo. Música y movimiento se complementan para transmitir una narrativa sobre la identidad colectiva y la memoria compartida, con un lenguaje artístico que rompe barreras de género y época. La pieza, que evita cualquier reconstrucción arqueológica y apuesta por una relectura viva, en la que las formas barrocas se entrelazan con cantos, ritmos y gestualidades del flamenco, parte de la “estilización de la vida cotidiana en una Sevilla barroca”, como se explica en el programa de mano, en que la ciudad andaluza se convierte en un espacio poético e íntimo compartido con el espectador. El espectáculo está concebido como una rapsodia escénica con una estructura clara, ritmos variados, intervenciones vocales y una fusión coherente de disciplinas, que trata de conmover a través de símbolos, ritmos, contrastes e imágenes de luz.

Patricia Guerrero, arraigada en la estética flamenca y con una visión escénica abierta a otras influencias, construye una coreografía que incorpora referencias africanas, folclóricas y cortesanas. A su lado, Alqhai articula un paisaje sonoro que parte del barroco pero que dialoga libremente con el flamenco. Musicalmente conviven en el espectáculo una orquesta barroca —viola de gamba, violas, clave, sacabuches, chirimías y percusiones— junto al flamenco más auténtico, con la participación de la soprano Quiteria Muñoz, la cantaora Amparo Lagares Díaz y la excepcional guitarra de Dani de Morón.

Origen es un ejercicio de fusión que no pretende en ningún caso reconstruir un sonido histórico, sino re-imaginarlo desde una perspectiva contemporánea. La propuesta musical de Alqhai no se limita a reproducir repertorio del Siglo de Oro, sino que lo adapta desde una mirada actual. Esto se manifiesta en pequeños ajustes rítmicos y ornamentales que confieren al barroco una nueva frescura. Esta relectura ha permitido descubrir afinaciones inéditas, manteniendo al mismo tiempo el rigor estilístico. El resultado, como decíamos, no reconstruye, sino que reinventa. Es en este contexto que Guerrero ha desplegado una coreografía que no domina ni pretende imponerse sin más, sino que dialoga con los músicos y el espacio escénico. La dirección escénica, responsabilidad de Juan Dolores Caballero, ha conseguido que todos los elementos favorezcan la intención final de la propuesta: que el flamenco y el patrimonio de la música barroca se abracen y se fundan en un lenguaje actual. Alqhai defiende la necesidad de abrir el flamenco y la música antigua a nuevos horizontes, y Guerrero apuesta por una danza flamenca liberada de códigos fijos y fiel a sus inquietudes creativas. Todo ello ha provocado que el tiempo en el Mirador del Castillo volara mientras el público disfrutaba intensamente de cada uno de los actos, dotados de una potencia visual inusitada.

A través de jácaras, folías, fandangos, pasacalles, marionas o zarabandas el público asiste a un discurso rico en contrastes, desde momentos contemplativos, casi abstractos, hasta estallidos rítmicos muy intensos. La articulación en siete episodios ha permitido mantener una dinámica fluida: acto tras acto la acción se desplegaba con la riqueza rítmica característica del flamenco, reforzada por los arreglos barrocos revisitados por Alqhai. En cada compás, estos fragmentos variaban entre la introspección y la contundencia, configurando una atmósfera de resonancia atemporal, aunque en ocasiones se percibía claramente en qué momento histórico se situaba la acción, especialmente en el segundo acto, titulado Cristiandad. Sevilla, la Ciudad Mariana, en el que emergieron todos los referentes simbólicos e iconográficos de la Semana Santa andaluza, pero también en otros momentos pareció aludirse al Negro de Triana —una leyenda local— o más claramente al lustre real, cuando la corte española se trasladó de Madrid a Sevilla.

La dinámica de la obra se ha reforzado con la escenografía austera pero eficaz de Pablo Árbol y la iluminación de Olga García. El magnífico resultado artístico de la propuesta refleja una cohesión de grupo a prueba de bomba —son una treintena de intérpretes entre músicos y bailarines—, una gran naturalidad escénica y una puesta en escena potentísima, casi abrumadora. Como ha reconocido Alqhai en diversas ocasiones, para lograr esta cohesión, los intérpretes de las dos formaciones han tenido que dejar atrás sus mochilas, lo que cada uno trae de su tradición, y abrirse a lenguajes diferentes. El público ha premiado con una ovación en pie la excelencia de la propuesta.