MÚSICA DE UNA AMISTAD

El Festival Perelada ha querido rendir hoy homenaje, con Melodies compartides, a una relación artística tan profunda como fecunda: la que mantuvieron durante más de seis décadas el violonchelista de El Vendrell, Pau Casals, y la soprano barcelonesa Conxita Badia, de la que este año se conmemora el 50º aniversario de su muerte. Un vínculo de confianza mutua, musical y vital, que marcó la trayectoria de ambos artistas y que, como dejó escrito Casals en una carta de 1953, impregnó su creación: “Todo lo que he escrito para voz de soprano ha sido pensando en ti”. Esta evocadora frase, que encabezaba el programa del concierto de hoy en la iglesia del Carme, resume el espíritu de una velada que ha sido mucho más que una sucesión de piezas vocales e instrumentales: ha sido una celebración de la amistad, elegante y sensible, de la transmisión y de la inspiración compartida. El cariño que se tenían era mutuo y Badia llegó a decir que “mi respiración es el arco de Casals”. El musicólogo Oriol Pérez, en un texto del programa de mano, considera la relación entre Casals y Badia como “misteriosa e incondicional”, a pesar de la distancia de veinte años que los separaba, que no impidió que fuese “de una complementariedad absoluta”. Melodies compartides ha sido la evocación de un mundo desaparecido pero no olvidado: el de una época en la que la música de cámara y la canción se convertían en formas de vida y no solo de concierto.
Tres intérpretes jóvenes pero con una madurez artística contrastada han asumido el reto, por encargo del festival, de dar voz a esta relación histórica: Montserrat Seró (soprano), Pau Codina (violonchelo) y Marc Heredia (piano). El trío ha construido un relato sonoro que ha ido más allá del homenaje para ofrecer al público una experiencia emocional, pausada y serena, elegante y delicada. El programa, variado y seleccionado con criterio, ha ofrecido un recorrido por algunas de las piezas que marcaron la vida de Casals y Badia y su relación: desde el lied alemán y las chansons francesas, hasta canciones catalanas y obras propias. De hecho, a partir del año 1920, Badia fue la soprano de referencia en la interpretación de obras y oratorios de Mozart, Haydn, Bach o Händel con la Orquesta Pau Casals.
El excelente trabajo de Pau Codina, Montserrat Seró y Marc Heredia no solo ha permitido ofrecer una versión contemporánea de aquella complicidad artística, sino que ha renovado su sentido y vigencia, poniendo también de relieve la obra compositiva de Badia, demasiado a menudo eclipsada por su faceta de intérprete. También ha permitido al público redescubrir a un maestro Pau Casals que, más allá de su condición de director de orquesta o excelso intérprete de violonchelo, también fue un compositor de canciones de gran humanidad y sensibilidad poética.
El inicio de la velada con Elegia eterna de Enric Granados ha sido revelador: música de uno de los maestros de Badia, interpretada con una sensibilidad extrema. El poema de Apel·les Mestres se despliega como una cadena de amores que nunca se encuentran, y la versión de Seró, Codina y Heredia ha sabido captar tanto su carácter poético como la melancolía. Fue Granados, precisamente, quien propició el encuentro entre Casals y Badia en 1913, cuando dijo a la joven cantante: “¡Ven, tú y las canciones!”, una invitación que acabaría marcando la historia musical de nuestro país. El concierto ha continuado con Bist du bei mir, atribuida a Bach pero compuesta por Gottfried Heinrich Stölzel, una miniatura delicada que Seró ha interpretado con naturalidad y claridad. A continuación, Ständchen de Schubert, una de las piezas más célebres del repertorio romántico alemán, ha permitido comprobar la complicidad entre voz y piano, con un Marc Heredia preciso y refinado en el acompañamiento de Seró, de voz cristalina. En Après un rêve de Fauré y Morgen de Strauss, con arreglos para trío, el protagonismo se ha repartido con equilibrio entre las tres voces instrumentales: la voz humana y la del violonchelo han dialogado sin imponerse y el piano ha consolidado el clima de introspección y belleza.
La selección de La captive de Berlioz, una canción con aires de exotismo y una orquestación sutil, ha propiciado una interpretación sugerente, en la que la voz de Seró se ha movido con libertad y dominio expresivo, mientras que la canción Campanetes de neu, con música de Schumann y adaptación catalana de Joaquim Pena, ha aportado una nota de frescura lírica, enlazando el lied germánico con el universo poético catalán. El carácter melancólico de Élégie de Massenet ha precedido al Intermezzo de Goyescas, que Heredia y Codina han abordado con brillantez, muy especialmente el violonchelista. Esta ha sido una obra instrumental del maestro Granados que ha preparado el terreno para la parte más íntima y propia del programa: las composiciones de Pau Casals y Conxita Badia, muchas de ellas poco conocidas pero de un valor expresivo notable. La Balada de la Nova Solveig de Casals, sobre texto de Ventura Gassol, ha sido uno de los momentos más destacados del concierto. Seró la ha presentado, afirmando que era “el corazón” de toda la propuesta para, a continuación, desplegar una gran variedad de registros para evocar la añoranza, la espera y el deseo. Codina, con un sonido cálido y generoso, ha hecho que el violonchelo se convirtiera casi en una segunda voz humana, mientras Heredia ha mantenido el hilo emocional con discreción y eficacia. También En el mirall canviant de la mar blava, una pieza breve y meditativa, ha contribuido a dibujar el paisaje emocional del universo de Casals.
Las canciones de Badia sorprenden por su frescura y simplicidad. Somriu Amor, Cançó de Bressol o T’estimo no tienen la ambición formal de las obras de Casals, pero respiran una sinceridad y una luminosidad que los intérpretes han transmitido con naturalidad y buen gusto. Por otro lado, A l’enterrament d’un nin – Lo lliri blanc, de Casals, ha añadido una nota de recogimiento y de contemplación dolorosa. El concierto se ha cerrado con El cant dels ocells, en el arreglo que hizo Xavier Montsalvatge para voz, violonchelo y piano. Una obra emblemática que, más allá de su carga simbólica, ha sonado con una belleza desnuda, sin artificios. Seró ha dejado que el canto fluyera con la sencillez de una canción popular, mientras Codina añadía un sonido muy cálido. El silencio final, antes de los aplausos, ha significado un momento de recogimiento compartido que ha hecho honor al espíritu del concierto. En los bises, el trío ha interpretado una canción popular catalana, La noia de l’Empordà, y también una samba, Azulão, del brasileño Jayme Ovalle, que Badia solía cantar con frecuencia.