UN RECITAL DE GRAN INTENSIDAD

UN RECITAL DE GRAN INTENSIDAD

El debut de Angel Blue en el Festival Perelada –y en nuestro país– ha sido de los que destacarán en la extensa trayectoria del ciclo ampurdanés, que el próximo año celebrará ya su 40 aniversario. Más que una carta de presentación, el recital ofrecido por la soprano estadounidense ha sido una declaración de intenciones. Acompañada por el pianista Bryan Wagorn, Angel Blue se ha metido al público en el bolsillo desde el inicio de la velada, con una naturalidad y simpatía proverbiales. Haciendo suyo rápidamente el escenario, más bien íntimo, de la iglesia del Carme, Blue ha mostrado una voz cálida, dúctil y expresiva que ha transitado por estilos diversos con una aparente facilidad admirable.

El programa se ha estructurado en dos partes bien contrastadas. La primera, de corte operístico, ha permitido apreciar la solidez de Blue en el repertorio lírico europeo y ha empezado con el primer cambio en el programa, en el que la soprano ha añadido el Ave Maria, de Schubert. Angel Blue, visiblemente emocionada, ha explicado este cambio: “Hoy cierro mi temporada de recitales. Pasé un año estudiando y cantando en Valencia, por eso hay este cambio en el programa”, y ha señalado al cielo antes de comenzar a cantar.

Al Ave Maria le ha seguido la dramática Ritorna vincitor, de Aida, un aria exigente tanto por el registro como por la expresión, donde la artista ha sabido plasmar el dilema interno de la princesa etíope con una voz poderosa pero matizada. El contraste ha sido inmediato con Donde lieta uscì, de La Bohème, donde la fragilidad de Mimì ha emergido con ternura. Blue ha sabido recoger el aire de despedida que planea sobre el texto (Addio, senza rancor) y transformarlo en una emoción contenida, sin caer en el sentimentalismo fácil. Le ha seguido la refinada Depuis le jour, de la ópera francesa Louise, una pieza de colorismo lírico donde la voz ha lucido su capacidad para sostener el sonido con delicadeza. Blue ha dibujado, con sutiles detalles, aquel “primer día de amor” que canta el texto, mostrando una gran inteligencia interpretativa. El único interludio instrumental de la primera parte, el Clair de lune de Debussy, a cargo de Wagorn, ha aportado una pausa contemplativa y poética, que ha servido de puente hacia Puccini.

Con Vissi d’arte, Angel Blue, que en ese momento ha descartado la archiconocida aria O mio babbino caro de Gianni Schicchi que figuraba en el programa y la ha reservado para los bises, ha captado el tono de plegaria y desesperación de Tosca con un dramatismo y musicalidad impecables. Ha cerrado la primera parte con Heia, heia in den Bergen, una pieza de la opereta La princesa de las czardas (Die Csárdásfürstin), de Emmerich Kálmán, que Blue ha defendido con energía. Ha sido un contraste entre piezas cuanto menos sorprendente en un programa bastante ecléctico.

La segunda parte del recital ha abierto una ventana al universo musical norteamericano y parte de la herencia cultural de Angel Blue. Con una selección que ha incluido musical, jazz, zarzuela y espirituales, la soprano ha desplegado una amplia gama emocional y una gran capacidad de comunicación. Wagorn ha iniciado esta parte del recital al piano con el primero de los Three Preludes de Gershwin, vibrante y rítmico, preludio ideal al universo lírico que vendría después. I wonder what became of me, de Harold Arlen, ha combinado melancolía y sofisticación. Blue ha hecho suya la pregunta (Pero yo me pregunto qué fue de mí), transmitiendo una nostalgia moderna, como si evocara una vida llena de intensidad pero marcada por la ausencia. La respuesta ha llegado con Our love is here to stay, también de Gershwin, una celebración del amor perdurable con un fraseo natural y encantador que la soprano ha dedicado a su marido. Ha sido uno de los momentos más cálidos de la velada.

Youkali, de Kurt Weill, ha sido el momento más cautivador del concierto. La interpretación de la soprano estadounidense ha sido memorable. Esta habanera existencial, que habla de una tierra soñada donde reina la paz y el amor, pero que no existe (“no es real, es sólo un sueño”), ha resonado como una metáfora universal. Blue ha sabido jugar con los contrastes entre la esperanza y el desencanto, dando profundidad al mensaje. Aquí, su dominio de la palabra y del color vocal, con una potencia y proyección portentosas, ha alcanzado una intensidad especialmente conmovedora. La incursión en la zarzuela ha confirmado su versatilidad. Con De España vengo, de Pablo Luna, y Las Carceleras, de Chapí, la soprano ha seguido el camino abierto por otras cantantes internacionales que han integrado el género en el repertorio de concierto sin prejuicios. Con alegría y espontaneidad, ha aportado gracia, picardía y brillo a estas piezas. Al comenzar Las Carceleras, sin embargo, ha tenido que detenerse unos instantes, superada nuevamente por la emoción al recordar su pasado en Valencia y cuando, a los 26 años, interpretó por primera vez la canción de Chapí.

La elección final se ha reservado para los espirituales negros, una parte indisociable de la identidad artística de Angel Blue. Deep River y Ride on King Jesus han sido interpretados con respeto y tanta emoción y expresividad, que han hecho añicos cualquier barrera entre el escenario y el patio de sillas. La voz de Angel Blue, más que proyectada, parecía irradiar una fuerza interior que apelaba directamente al alma del oyente. En estas piezas, la soprano estadounidense ha conectado con la memoria histórica y espiritual de las grandes cantantes afroamericanas que la precedieron, como Marian Anderson o Jessye Norman, al tiempo que ha afirmado su propio estilo. En todo momento, Bryan Wagorn ha sido un acompañante sensible y discreto, sabiendo ceder el protagonismo a la cantante siempre que ha sido necesario. El diálogo entre voz y piano ha sido equilibrado y fluido, sin rigideces, mostrando una gran complicidad entre los dos protagonistas de la velada.

Finalmente, en los bises, como decíamos, Angel Blue ha interpretado una de las arias más conocidas del repertorio operístico italiano, O mio babbino caro, de la ópera Gianni Schicchi, en la que Lauretta, una joven enamorada, ruega a su padre que la ayude a casarse con el chico que ama. Blue la ha interpretado con una combinación precisa de dulzura e intención, eligiendo siempre la naturalidad frente al exceso, como ha hecho durante todo el recital. Para cerrar la velada, la soprano ha ofrecido una interpretación colosal de Summertime (Porgy and Bess), de Gershwin, digna de conservar en la memoria.